LA ROMERÍA CON EL NIÑO JESÚS DE CAÑAVERAL EN INDEPENDENCIA DE YARACUY.
Por Luis Alfredo Valles Silva
Así
rezaba el bucólico verso del antiguo y contagioso aguinaldo que entonaban los
aguinalderos que desde el insipiente caserío de los pueblos del sur de
independencia, específicamente, de aquel antiguo Cañaveral, de donde llegaba, a
las humildes casas de La otrora La Independencia, en la para esos tiempos, la pujante
ciudad de San Felipe, y de la cual no era más que un simple barrio de la ciudad capital del estado Yaracuy.
De allí venía,
la singular Romería con la sacrosanta Imagen del Niño Jesús en su nicho de cristal
y madera esmaltada en color azul, y que a La Independencia centro, llegaba todos
los años con rigurosa exactitud, el día 16 de diciembre, a media mañana,
arribaba primeramente a casa de Las Villanueva, comitiva encabezada por el insigne abanderado, quien
portaba como es de suponer aquel indicador presencial, y el cual se divisaba
desde lo lejos, un pabellón confeccionado
en tela color amarillo bandera o color oro como le solían llamar, el mismo con
una larga asta, o palo de bandera; seguido al abanderado venía el “ayo” o
cargador del Niño Jesús en su nicho, colocado cómodamente sobre su pecho, dicho ayo o cargador cargaba
en su mano la infaltable campa de metal, la que hacía sonar constantemente y la
cual indicaba que se acercaba una “Romería del Niño Jesús”, generalmente este
cargo en Cañaveral lo ostentaba Cruz Ojeda, hijo de la Señora Fortunata Ojeda y
Don Eugenio Villanueva. Muy cerca del ayo o cargador del Niño Jesús, se podía
ver al “Pastor Mayor”, organizador de la Romería o Custodio de la imagen, cargo
que sobriamente ostentaba en Cañaveral, Don Eugenio Villanueva, el mismo lucía impecablemente
trajeado de liquilique blanco y sombrero peloeguama, seguido de este, se
observaba a los populares músicos y cantores, entre los que se recordaba en La
Independencia de antaño, a Roseliano Rojas, cantante y maraquero, Cornelio Trejo,
cantante y ejecutante de la guitarra pequeña o cuatro, a Reyes Bolaños, cantante y ejecutante del
cuatro o guitarrita pequeña, a Antonio Rivas cantante y ejecutante de la
tamborita colgante, a Marco Antonio Giménez, ejecutante de la sonora charrasca
de cacho de res, a veces elaborada con el fruto de la camaza; y a
Pedro Giménez cantante y ejecutante de la llamada “cochina”, “marrana” o
“verraca”, hoy día llamada “furruco”, algunos venido del caserío La Negrita y
otros del propio Cañaveral, y los cuales interpretan una monótona o constante
melodía, pero la cual era muy admirada y esperada por los habitantes de las
casas de familias que la romería de La Independencia visitaba, pues las letras
o textos que a dos voces interpretaban los versadores o cantores populares, las
cuales por lo general eran conocidas como a lo humano e improvisadas,
salpicadas de un sano pero ocurrente humor criollo, sin rayar en lo grosero y
menos en lo obsceno, o bien inspiradas
en salutaciones o halagos a los espectadores, ejemplo de ello, un verso o
cuarteta, el cual llegó a mí, del manantial de los recuerdos de tía Catalina Giménez, residente desde su
nacimiento, hasta su deceso a los 105 años de vida, en Cañaveral, hija de
Eugenio Villanueva con Jerónima Giménez, en una de esas eternas conversas que
regularmente sostenía con ella en su casa en la actual calle principal de
Cañaveral; fue un verso, que según ella, cantaron a dúo en casa de sus abuelos
paternos, casa de la Familia Villanueva, ya antes referida, la misma ubicada en
la actual 6ta Avenida esquina calle 31, donde residían Doña Elena Regina
Villanueva (cariñosamente llamada por sus nietos y descendientes como “Viejita”)
y su compañero marital y padre de sus hijos Eugenio, Augusto, Juana Bautista,
Carmen Elena, Reimundo y José Rosario Villanueva, Don Hermenegildo Rojas (llamado por sus
nietos y allegados como Papa Chocho), verso interpretado por Cornelio Trejo y
Roseliano Rojas; Cito:
“El dueño e la casa, el dueño e la casa, que se
está riendo, como que le gusta lo que voy diciendo, como que le gusta lo que
voy diciendo”.
Es de
destacar, que a la cantoría o cantaduría de los versos, el modo o estilo de
canto, en forma de cuartetas, o sea, de cuatro líneas, que se suceden uno tras
otro, y como dijésemos anteriormente, de a par de cantadores o a dos voces, es
decir en primera y segunda voz, con versos octosílabos, de rimas, por lo común,
consonantes, se le solía llamar “entonación”, así por ejemplo, a las canciones
o modo de interpretación de los aguinalderos de La Independencia, como también
se los solía mencionar, en este caso en particular del caserío de Cañaveral, se
le conocía o decía “entonación de La Independencia”, los de Cocorote, cuando
venían a visitar a La Independencia, liderados por Juan Martínez, tenían la
propia, los de Guama, liderados por Juan Oropeza la suya, los de Palmarejo y
otros caseríos del Veroes, liderados por
Candelario Sevilla la de ellos, a la de Albarico, liderados o bien por Román
Rico o por Ramón Chirinos, le solían llamar “Entonación de Maitines”, la de
Palito Blanco, liderada por Juan Evangelista Díaz, tenía su entonación
particular y a la de San Javier, liderada por Sótero Ramírez, cuya entonación
se la conocía como “aguinaldo de entonación con cachos o cachitos”; y así por
lo consiguiente. Es de hacer notar, que en la actualidad, esta particularidad
casi se ha perdido o distorsionado, pues los autóctonos aguinalderos de las
diversas comunidades con la respectiva tradición, entraron en un largo proceso
de inactividad o receso, y durante el mismo las entonaciones se fueron
desarticulando de la realidad local. Con el resurgir de dichas romerías, se
fueron entremezclando o entrecruzando las entonaciones de una y otra comunidad,
así mismo muchos entusiastas y nóveles folkloristas, en sus afanes por devolver
a sus comunidades respectivas esta hermosa y antigua tradición de las romerías
de Niño Jesús dieron inicio a su rescate, para ello comenzaron a emplear
aguinaldos recopilados por algunas agrupaciones musicales del país, entre las cuales
se debe mencionar al Grupo Un Solo
Pueblo, al Grupo Vera, al Grupo Luango, entre otros, quienes, oportunamente las
plasmaron en sus producciones discográficas, dichos grupos incluyeron en sus
producciones aguinaldos tradicionales de Lara, de Falcón, del Llano, de
oriente, del centro del país, entre otras y se dio inicio, podría llamarse, a
una etapa contemporánea donde se suscitó un proceso de reemplazo de las
respectivas entonaciones de cada comunidad y ahora se acostumbra durante las actuales
romerías, una especie de “Parrandón Navideño” de aguinaldos sucesivos, sin
importar de donde sea la entonación, como mero atractivo de la época decembrina.
Una
característica primordial de las Romerías de Niño Jesús, por lo menos en
Yaracuy, era que estas se realizaban durante el día, daban inicio a media
mañana, y según fuese el entusiasmo, la emoción y los deseos de los miembros de
la propia romería, generalmente culminaba a tempranas horas de la tarde, cuando;
como solían llamarle “Los Pastores” o “Romeros” (integrantes de la romería),
“los cogería la noche”, habilidosamente entre sus planes, habrían tenido
ubicada una casa de familia que les daría la respectiva y requerida “posada”,
entendiéndose por posada, un lugar donde pernoctar, tanto la sacrosanta imagen
del respectivo Niño Jesús, como la comitiva que integraba la Romería, dicha
posada, por lo general, por no decir que por regla infalible, daba lugar o
pauta para la realización del tradicional Velorio de Niño Jesús, el cual era
similar a los velorios que aún se realizan a la Santísima Cruz de Mayo, con la
interpretación de Salve, Décimas y Tonos a lo divino, solo que con versación
dirigida a Jesús como Tierno Infante;
dicho Velorio de Niño Jesús, dependiendo de las atenciones que dispensaran los dueños de
hogar, tanto a pastores, aguinalderos o romeros, como a los asistentes, el
mismo se prolongaría hasta la medianoche o pasada esta, nunca para amanecer,
pues al dia siguiente la comitiva encabezada por el Niño Jesús respectivo,
debía o bien regresarse a su comunidad de origen o bien, como sucedía la
mayoría de los casos tomar rumbo a otra comunidad que les hubiese invitado o bien
a la que ellos hubiesen decidido visitar.